lunes, 11 de abril de 2016

Un día en Bruselas


Nueve de la mañana... Chequea pasaportes, escanea pasajes y comienza la fila india en la seguridad del aeropuerto, que según el contador durara 10 minutos desde el punto donde me encuentro.

Cuantas veces ya he pasado por aquí en lo que va de año?... Morral en la bandeja; tableta, cámaras y celular en otra; líquidos en bolsa de plástico.... Upps! Se me olvido que traía una muestra de maquillaje en el bolso. 

... Good morning, your bag has been selected for a random check, do you might open it, please?...

Todos los viajes se inicial igual pero la aventura realmente comienza al aterrizar a un sitio desconocido donde la adrenalina de lo inexplorado y la emoción de volver a ver a familiares que no veías desde hace varios años, crean un mezcla sísmica dentro de nuestro cuerpo.

Bélgica es el destino de este viaje, lugar que para muchos es la ciudad más gris de Europa pero a su vez, la más renombrada por ser la sede administrativa de la unión europea.

Tan pronto como llegamos nos abordan sitios hermosos e imágenes que quedaran en nuestra mente por su arquitectura gótica que más allá de crear suspenso te da la sensación de querer saltar y tocar cada una de las puntas de los edificios para poder apreciar todos sus detalles.

Comenzamos nuestro camino hacia lo más recordado por los turistas que han estado en Bruselas,
El Manneken Pis
El Manneken Pis; que con la elegancia de un actor de cine paseándose por la alfombra roja, sostiene su miembro y sonríe para todos los paparazzi independientes y aficionados de las cámaras.

Según mis lecturas, simboliza el espíritu independiente de sus habitantes y ha llegado a ser una de las imágenes más importantes de la ciudad. 

Su historia se remonta al 1388 y las leyendas creadas sobre su aparición son muy pintorescas.

Caminando calle abajo, nos absorbe la inmensidad del Grand Place, mundialmente conocido por sus riquezas ornamentales y su importancia para la UNESCO.

Este lugar nos ilumina el alma y nos lleva a sentirnos diminutos e insignificantes con sus dorados de oro y sus puntiagudas construcciones.

Los faroles en las calle y las luces floreciente en las tiendas nos recuerda que ya es hora de descansar y vía a nuestro hospedaje hacemos una parada obligatoria para comprar varias cervezas; según la mayoría de las personas que han visitado Bruselas dicen que "no puedes pasar por esta ciudad y no probar sus bebidas" ya que sería como ir a Disney y no fotografiarte con Mickey.

El vendedor argentino que gentilmente nos ayudó a elegir nuestras birras (entre 350 tipos), nos embriaga la mente y nos siembra curiosidad por un lugar llamado "Delirium" donde los elefantes rosados y las rumbas hasta el amanecer, esperan todas las noches para escuchar las historias de día de residentes y temporaditas.

Entre copas va pasando la noche y el segundo amanecer luce prometedor.
Temprano y con la impaciencia que nos caracteriza como turistas nos alistamos y salimos a recorrer las calles para conocer un poco más de la ciudad.
Domingo en la mañana tiende a ser igual en cualquier parte de Europa, calles solas y frías donde los borrachos, bohemios y deportistas se reúnen en los parques y jardines, en nuestro caso los veíamos pasar por los jardines del palacio de Bruselas.

Ya desayunados con la hermosura del palacio y despiertos nuestros sentidos con el sonido de los ladillos de la calle, nos dirigimos a la estación del tren donde fuimos recibidos con una cortina de humo y un cuartel de policías quienes cordialmente habían venido a despedirnos y desearnos un buen viaje a Brujas....


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